Es fundamental establecer distinciones en relación a los distintos tipos de ansiedad. La ansiedad normal es una respuesta útil a la hora de mantener un estado de atención ante situaciones de estrés, como puede ser un examen o una entrevista de trabajo. Por otro lado, la ansiedad patológica es persistente, bloqueante y no está relacionada con un estímulo estresante específico, de modo que interfiere en las actividades cotidianas. Esto suele afectar a personas perfeccionistas y autoexigentes, quienes experimentan síntomas físicos graves como mareos, vómitos o diarrea, que a menudo les impiden afrontar situaciones aparentemente sencillas.
El Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG) se caracteriza por una preocupación excesiva y continua, así como por intensos pensamientos intrusivos. Afecta al 5% de la población, siendo más común en la infancia y adolescencia que en la edad adulta. Es importante realizar un diagnóstico preciso para distinguirlo de otras patologías, como el trastorno de pánico y el trastorno obsesivo-compulsivo, ya que a menudo presentan una sintomatología similar.
Los pacientes con TAG experimentan un estado constante de nerviosismo y malestar emocional, tanto a nivel psicológico como físico. A pesar de ser conscientes de que sus preocupaciones no son racionales, la inseguridad los paraliza, generando un ciclo negativo de sufrimiento emocional. Además, la ansiedad se manifiesta en síntomas físicos relacionados especialmente con el aparato digestivo y el cardiovascular, como taquicardias o sudoración. Esto refuerza la creencia de que están gravemente enfermos, haciendo que aumenten los síntomas y que recurran frecuentemente a visitar los Centros Atención Primaria.
El TAG está influenciado por factores biológicos, tiene una carga hereditaria y existe un sesgo de género en su prevalencia, aunque la personalidad también influye en su desarrollo. Es crucial buscar ayuda de profesionales de la Salud Mental, quienes realizarán una evaluación clínica psicodiagnóstica y ofrecerán soluciones personalizadas como la terapia cognitivo-conductual y técnicas de relajación. Estos enfoques terapéuticos pueden aliviar el sufrimiento incapacitante asociado al TAG y prevenir el desarrollo de otros problemas de Salud Mental.
Es esencial llevar a cabo un consumo responsable de sustancias ansiolíticas como el alcohol, y promover un uso adecuado de los medicamentos. Estos pueden ser utilizados como un apoyo, pero nunca deben considerarse como la única solución, ya que podrían retrasar la recuperación y aumentar el sufrimiento del paciente. En la consulta, las personas que sufren TAG suelen responder positivamente a pequeños cambios, por lo que es crucial ayudarles a abordar el problema lo antes posible para evitar la progresión de los síntomas y de la enfermedad.
Teresa Pérez-Espinosa
Médico psiquiatra
Directora GRUPO PEREZ-ESPINOSA