Las mujeres presentan una mayor incidencia de problemas de Salud Mental, a menudo debido a su entorno. La frecuencia de problemas de Salud Mental es mayor en jóvenes y en la población mayor de 60 años, donde también existe sesgo de género. Actualmente, se observa una mayor apertura en la discusión de la Salud Mental en los medios de comunicación, superando así el tabú asociado con este tema.
La Salud Mental es el pilar fundamental de la salud integral. Según la OMS, es el estado de bienestar del individuo a nivel psicológico, emocional, social y física. Una buena Salud Mental permite afrontar de manera efectiva las situaciones cotidianas, tanto a nivel individual como comunitario.
La depresión se posiciona como la principal causa de discapacidad a nivel global, no solo en el mundo occidental. Existe un sesgo de género en esta enfermedad, ya que afecta a 3,5 mujeres por cada hombre. A pesar de la marcada desproporción, la mayoría de los ensayos clínicos se han realizado en hombres y se han extrapolado erróneamente a las mujeres. Del mismo modo, los trastornos de la conducta alimentaria afectan a 6 mujeres por cada hombre.
La ansiedad persistente provoca tal estado de sufrimiento que se convierte en la puerta de entrada hacia un trastorno de depresión. Éste se puede reflejar a nivel físico, de forma que los síntomas ocultan el estado depresivo subyacente, lo que recibe el nombre de depresión silenciosa. Los pacientes que la sufren se convierten en hiperfrecuentadores de los Centros de Atención Primaria y de Urgencias, incrementando las visitas hasta en un 10%. El estado de sufrimiento emocional se manifiesta mediante síntomas físicos como problemas digestivos, mareos, taquicardias, cefaleas o parestesias, pero realmente esconden un cuadro depresivo.
Las mujeres y los jóvenes son especialmente susceptibles a estos trastornos, y se debe considerar la influencia de las diferencias biológicas de género en la investigación clínica. En cuanto a los factores neurobiológicos, se ha demostrado que el cerebro de la mujer es distinto al del hombre. Además, la entrada en la adolescencia y el comienzo de la menstruación provocan desórdenes hormonales que pueden llegar a provocar un trastorno disfórico. Por otro lado, las responsabilidades familiares donde la mujer toma el papel de cuidadora y las condiciones laborales precarias pueden aumentar su carga mental.
Es esencial abordar estos trastornos de Salud Mental con empatía y respeto, y prestar atención a las señales de advertencia, como cambios de humor, alteraciones físicas y problemas de sueño. La Salud Mental es una responsabilidad compartida, y es necesario pedir ayuda para que los profesionales puedan llevar a cabo las pruebas diagnósticas adecuadas.
Teresa Pérez-Espinosa
Médico psiquiatra
Directora GRUPO PEREZ-ESPINOSA