La adicción a Internet es una adicción comportamental, que tiene que ver con el comportamiento. Estas adicciones generan un patrón de comportamiento, una conducta repetitiva que estimula el sistema límbico, produciendo una sensación placentera y una pérdida de control sobre la actividad, debido a la dependencia que genera.
Los adolescentes son especialmente proclives a este tipo de adicciones, con un 21,3% de los adolescentes en España con riesgo de generar una adicción a Internet, frente al 12,7% en la media europea. Este riesgo se mide por el número de horas empleadas, con cifras rotundas: unos 350.000 jóvenes entre los 14 y los 17 años presentan algún tipo de adicción a Internet, con una media de 6 horas al día de consumo.
La vertiente positiva de las tecnologías es muy evidente y omnipresente en la vida actual, pero sus vertientes negativas deben ser afrontadas con seriedad. Los niños y jóvenes, especialmente con ciertos trastornos de personalidad o autoestima, con una socialización todavía no completamente desarrollada, son muy susceptibles al mal uso de Internet. Ellos son nativos digitales, con una gran habilidad para la tecnología, pero el desfase entre padres e hijos a nivel técnico es peligroso, por lo que los adultos deben ponerse al día en conocimiento y estar pendiente del uso que hacen los más jóvenes de estas tecnologías.
Los signos que nos ponen sobre aviso de posibles patologías relacionadas con la tecnología son variados. Por un lado, la incapacidad de controlar el tiempo de conexión, la compulsividad con la que utilizan los dispositivos que les dan conexión. Por otro, la negatividad con la que se reciben los intentos de cortar o limitar el uso de los mismos, llegando incluso a la violencia en los casos más agudos. El abandono de las tareas escolares, el bajo rendimiento en el colegio, o incluso el desinterés por las relaciones sociales o los deportes son signos de alarma ante una posible adicción.
Los peligros de Internet, aunque bien conocidos, tienen que ser tenidos muy en cuenta en estos casos. La pérdida de privacidad y la gestión de datos personales, el bullying con el que los acosadores extienden su influencia al campo digital, además de hacerlo en clase o en la calle, son los problemas más frecuentes. Pero también hay que prestar atención a la «sextorsión» (chantaje utilizando material digital relacionado con el sexo) o el «grooming» (así llamada la conducta de un adulto acosando sexualmente a un menor), situaciones en las que el filtro y la educación en el uso de las nuevas tecnologías es especialmente importante.
Hay algunas líneas rojas que podemos observar: nunca contactar con extraños, no proporcionar imágenes ni datos personales. Prevenir es la mejor forma de evitar los problemas, y para ello los adultos deben ponerse al día para poder proteger a los más jóvenes. Usar la tecnología en espacios comunes y limitar su uso al estudio en días de semana son medidas sensatas que se pueden tomar para aprovechar todas sus ventajas.