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El Alcohol y la Salud Mental

El Alcohol y la Salud Mental

Las cifras de iniciación al alcoholismo entre los jóvenes son similares a las de iniciación al tabaquismo. La adolescencia es la edad más frecuente para empezar a consumir alcohol, de media un poco antes de los 14 años. Suelen ir juntas, alcohol y tabaco, con mucha frecuencia unidos a otras drogas como el cannabis.

Al ser una etapa de transformación y de desarrollo biológico, el consumo precoz de drogas puede causar más problemas que en otras etapas. Las encuestas del Plan Nacional sobre Drogas hablan de un 84% de los jóvenes entre los 14 y los 18 años ha probado el alcohol, un 74% de ellos habiéndolo consumido en el último mes.

La prevención del abuso de alcohol pasa por impedir su acceso a los menores, evitando en el entorno familiar que esté en lugares visibles cuando hay jóvenes en el domicilio. Los mayores no tendrían que «contar batallitas» sobre situaciones y anécdotas en las que el alcohol es central, porque contribuyen a reducir la importancia de este problema ante los más jóvenes.

El adolescente «mimetiza» el comportamiento que ve a su alrededor, por lo que si en su familia y entorno más cercano hay un consumo importante el riesgo de abuso es mayor.

También es importante no asociar el consumo de alcohol con el placer, con la relajación, lo que hace el hábito tóxico más atractivo, especialmente entre un ambiente de toleranciay aceptación por parte de la sociedad en general.

Entre los efectos más perniciosos del consumo de alcohol está el daño cerebral, que puede causar psicosis esquizofrénica entre aquellos con mayor predisposición genética. Afecta a las capacidades cognitivas, la atención, la concentración, la memoria y las funciones ejecutivas. También produce síndrome motivacional, la famosa abulia, con rasgos de indiferencia, desgana y desmotivación, una puerta frecuente al fracaso escolar.

Las señales de alarma que pueden evidenciar un consumo excesivo de alcohol pueden ser físicas o emocionales. Entre las físicas, las más evidentes son el cansancio, dormir mal, la inquietud, una tos persistente, mal aliento, los cambios de amigos o estilo al vestir. Entre las emocionales, el cambio de carácter, la irratibilidad, el enfado permanente, los enfrentamientos continuos, son algunos de los signos más visibles.

Es importante seguir adecuadamente el entorno escolar del menor, hablar con sus tutores, que son expertos en este tipo de problemas entre adolescentes, para evitar las peores consecuencias de estas situaciones.

En definitiva, los adultos deben poner límites y asignar responsabilidades, pero acompañándoles y apostando por ellos, cuidando sus capacidades y ayudarles en las dificultades.

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